viernes, 24 de septiembre de 2010

EN TORNO A PRODUCIR PRODUCCIÓN, ASÍ COMO CONSUMO E IMAGEN CON ALTO CONTENIDO RETÓRICO

Leed con atención y haceros lo que digo. Tomad esa biblia y rompedla en cuantas partes te sea posible, Luego, y si el coraje aún te acompaña, destruidla con el fuego Procurad hacer cenizas el mensaje del Señor. Si ya lo hiciste, dejadme deciros de la manera más categórica: Puedes pensar en viajar y visitar lugares placenteros a tus sentidos, mas del Paraíso ya estás exento...”
Diálogos extraídos de una suerte de creatividad operacional




Pareciera pertinente dejar en claro, aunque trabe un poco el fluir del presente ensayo, que no soy ningún anticristo, ni satánico, ni anarco, ni cabecilla de ningún movimiento por la liberación de nada, mas bien el enunciado de arriba, si bien puede parecer burdo, la intención queda. En aquél sentido y aunque caiga de perogrullo, es importante señalar que para que el enunciado de arriba tenga sentido ha de ser necesaria la pertinencia receptiva de quien lo lee. En un sentido más claro, aquello puede ser un acto en extremo grave para algunos, como el hecho de realizarlo no implica mayor problemas para otros. Pero es justo ahí, donde se genera la diferencia, que una gran masa de individuos, bajo el alero de la iglesia en este análisis en particular, se ha encargado de retorcer los sentidos, generando consecuencias de culpabilidad y castigo para aquellas personas que sean capaz de manipular dichos símbolos “Sagrados”, esto a modo de ejemplo.

La historia de la religión, y del catolicismo en particular, es profusamente decidora al respecto, tanto así que muy pocos se atreverían a refutar a estas alturas que el gran manejo de la información por parte de la iglesia, es el pilar fundamental que la sustenta. En este sentido se debe entender que la sistemática producción de fe y de consumo al respecto, sólo en aquello se sustenta. Pues las pruebas parecieran aportar datos que nos permiten señalar que un posible desbarajuste en el enunciado no existe. Un ejemplo de aquello lo aporta los distintos estudios científicos e históricos con respecto a la Biblia, y que han demostrado que: A) Jesús fue un judío que jamás instituyó ninguna religión ni iglesia, B) él nunca fue cristiano ni menos aún católico. Ante esto, C) la figura del papa es absolutamente contraria a lo que predicó Jesús, además que D) Pedro jamás fue obispo de Roma, tanto es así que san Pablo llegó a afirmar que Dios no habita en templos hechos por la mano del hombre. Además E) en los evangelios no se aporta información alguna acerca de cuando y dónde nació Jesús. Todos los datos que los cristianos dan por históricas son invenciones tardías y despreocupadas de cualquier aproximación precisa, tanto es así que el papa Fabián (236 – 250) calificó de sacrilegio a quienes intentasen determinar la fecha del nacimiento de Jesús. Todo esto, se puede entender como posible si comprendemos que aquello estuvo sustentado, avalado, protegido y sacramentado por toda aquella institución moral y ortodoxa que fue el medioevo. Umberto Eco trazó estas ideas a través de la obra “El nombre de la rosa”. Peligroso resultó aquello de las escrituras sagradas, consecuencias trae, deja y prolonga.

Desde luego que todos estos sucesos contribuyeron a formar, encauzar y pavimentar el camino del devenir espiritual de la humanidad. Los sucesos determinaron un cambio histórico, más allá de lo meramente espiritual. Fue de esta forma que se ha ido construyendo la imagen, se van estableciendo íconos sagrados, a instaurar todo un marco simbólico que ayuda, pero sin lugar a dudas, a mantener el status quo de un gran número de la población (católicos en este caso).

Como ya señalé, los cambios no solo se reducen al plano espiritual y de relación hombre Dios, más bien las consecuencias de aquella relación tiene implicancias directas con los planteamientos de vida, de progreso, de sentido de mundo. A este respecto Max Weber plantea claramente esta relación con “La ética protestante y el espíritu capitalista”, lo propio ha hecho el vaticano con su histórica encíclica “Rerum Novarum” con el papa León XIII en 1891, en donde junto con un planteamiento religioso existe todo una forma, casi un dictamen de entender el trabajo y la relación que debe tener el hombre con aquello, todo un manual de instrucciones que desde luego tiene sus detractores, entre los más grandes, se encuentra el hombre responsable de que ahora llevemos cotidianamente a nuestra boca las palabras, “Materialismo Dialéctico”, postura política filosófica que ataca duramente los postulados de la Iglesia y la manipulación histórica de la información que esta ha ejercido por años.


Claramente la distinción está, existe, la disidencia ha ido de la mano del discurso oficial promulgado por la iglesia, pero qué pasa?, cuál es el motivo por el cual la critica no prospera en términos contundentes?, o no la critica, sino que simplemente el otro discurso, el de lo humano, tal vez más maturanesco, con más sentido de vida. La respuesta es probable que la hallemos una vez más en la producción discursiva de la iglesia, y lo imperativo que en ocasiones esto se puede tornar para los seguidores de su doctrina:

“Fíate de Jehová de todo corazón,
y no te apoyes en tu propia prudencia,
reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tu vereda.
No seas sabio en tu opinión; teme a Jehová, y apártate del mal
Porque será medicina para tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”

Proverbios, cap. 3 vers. 5 -9
“Exhortación a la obediencia”


Esto resulta bastante decidor en los términos que hemos planteado más arriba, es decir la explícita obligación a la obediencia, y de esta forma la generación del consumo religioso, no como acto voluntario, sino más bien condicionado para aquellos fines. La revelación a esta postura para el hombre puede resultar hondamente conflictiva. Erich Fromm nos habla de aquél miedo a la libertad que ha sentido el hombre, por lo tanto, la búsqueda permanente de apego y sentido de pertenencia aplaca hondamente sus temores, más aún cuando dicha institución ofrece gratificaciones y recompensas posteriores. De aquella forma la iglesia sujeta a sus sostenedores, va generando de forma paulatina, progresiva, la motivación de consumo y el miedo. Actualmente para lograr aquello se vale de la instrumentalización de las nuevas tecnologías y el consecuente uso mediático de ellas.

De todo lo que hemos expuesto podemos concluir de manera categórica que la religión, católica en este caso, no puede existir sin transmisión de información, y para ello se ha valido de toda una batería en cuanto a marco simbólicos se trata: la transmisión oral, la utilización de símbolos sagrados, textos sagrados y actualmente se ha hecho muy importante el manejo de la imagen. En este sentido, y llevando nuestro análisis a los sucesos contemporáneos, debo señalar que la iglesia católica en las últimas cuatro décadas ha desarrollado toda una política global de comunicación, lo cual le ha permitido una vigencia permanente en la actualidad. Por lo cual se debe entender que toda aquella imagen que se han forjado los católicos en ningún sentido se pueden entender como obras de la casualidad, más bien dan cuanta de un uso sofisticado de las estrategias comunicativas.

Para muestra un botón: El extinto Juan Pablo II poseía un carisma excepcional que la iglesia sabía aprovechar al máximo, y la construcción de una imagen en torno a él pasó por diferentes etapas, cual sistema de acoplamiento circunstancial. Desde el peregrino incansable, pasando por el “superstar” triunfador de la caída del socialismo, hasta el anciano enfermo, sabio y patriarca de una de las instituciones más grandes del mundo. Todo esto nos indica los diversos ajustes y estrategias que una vez más ha utilizado la iglesia. En estos momentos la imagen que busca proyectar el recién electo papa, Benedicto XVI, es de una imagen segregadora, alejada de cualquier relativismo moral, con lo cual busca generar sentidos de pertenencia del individuo con su iglesia, en términos de que ésta se hace más identificable de la otra amplia gama de posibilidades espirituales, es decir, “Mi iglesia rechaza la homosexualidad, rechaza la separación, rechaza el aborto, mi iglesia rechaza la libertad moral, mi iglesia rechaza rechaza rechaza rechaza…” y de esa manera se genera la identificación del individuo en torno a los otros “Yo estoy aquí y tu estás allá, en el horizonte del mal”.

Pero cómo distinguir, o más bien cómo juzgar lo bueno o lo malo respecto de mi postura, si en el fondo no estamos hablando más que de representaciones que fallan al intentar plantearse en términos categóricos y absolutos, en esta caso se puede sostener que la iglesia ha construido un mundo de certidumbres en sus creyentes - “Has esto y obtendrás aquello, no hagas esto o te sucederá esto otro…” - la solidez perceptual, y espiritual indisputada, dónde aquella construcción de convicciones prueban que las cosas sólo son de la manera que las vemos, y lo que le parece cierto a un creyente, no puede tener otra alternativa. Es la situación cotidiana, la condición cultural que se ha forjado, y de esta forma, el modo corriente de ser humanos católicos.

Ante lo anterior, la Iglesia se equivoca al no considerar al otro como posible de plantearse en otra perspectiva, aunque no le parezca lo más deseable, de ésa forma deja de lado una perspectiva más abarcadora, donde el otro igual tenga un lugar, tranquilo, solo si así lo quiere. Por lo tanto el aparataje comunicacional, y todo el manejo de la información que ha caracterizado a la Iglesia, termina ofendiendo al individuo, atacándolo en su vulnerabilidad, pues en su discurso pareciera ir dejando de lado absolutamente los patrones culturales que crean las pertinencias receptivas del individuo.

Si el ánimo me impulsa a formar tecnócratas al interior de una comunidad altiplánica, (el ej. Lo uso por ser comunidades más cercanas al cielo), con dificultad lograremos lenguajiar en comunión y obtener los objetivos trazados al comienzo de mi incursión, sin embargo si el trabajo es sistematizado, probablemente termine anulando una identidad cultural al imponerle una condición sine qua non para ser considerados individuos civilizados o merecedores del paraíso.





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