viernes, 24 de septiembre de 2010

LA LEY OMITE LA FALTA, EL ESPACIO PÚBLICO PERMITE LA FARRA

Pareciera ser evidente que ninguna acción que realice un individuo, o grupo de individuos conformados y partícipes de una sociedad, puede ser juzgada de indebida, inmoral, impropia, deleznable o cualquier calificativo que uno utilice, si esa acción no es conocida públicamente. Por tanto si no hay conocimiento, no existe falta.

No obstante, muchos pueden conocer e incluso compartir muchas acciones calificadas de impropias y la corrupción en nuestro país lleva la bandera de lucha, así también acciones privativas del individuo en tanto su cuerpo tales como la práctica libre del sexo a través de sus diversas manifestaciones. Ante dichas acciones y/o motivaciones los individuos no sienten la presión de tener que estar a favor de una u otra conducta. Es solo una vez que es hecha pública la “desviación” de la conducta del tránsito convencional, que al individuo le crea, o más bien le genera tensiones entre lo “Privadamente tolerable” y lo “Públicamente reconocible”.

Esto se puede entender más claramente si observamos lo siguiente: Muchas de las actuales normas morales y jurídicas que gobiernan nuestro actuar nos resultan altamente inconvenientes y molestas, un gran número de ellas va en contra de nuestros deseos e impulsos y me parece penoso. Como no soy el único, hay muchos más que consideran agobiantes estas normas, por lo que igual existe un cierto margen de benevolencia solapada en su rigidez y aplicación. Beber en espacios públicos, viajar en bicicleta sin casco, apuestas callejeras, superar los límites de velocidad, entre otras. Pero esta suerte de vista gorda solo puede continuar mientras uno no se encuentre en una situación en la que deba adoptar una actitud pública a favor de dichas normas o contra ellas. En este sentido no le quedan más que dos opciones: O se alinea con el grupo de quienes tienden a mirar este desenvolvimiento social desde sus márgenes, proclamando con ello su repudio de las normas de grupo aseverando así, que también él se encuentra fuera de la estructura moral, o bien debe, sean cuales fueren sus predilecciones particulares, ajustarse a ésta, apoyando la norma de regulación social. Sin embargo, tal como la carne, siempre existen términos medios.

Con este ejemplo me acuerdo de un “debate” político entre Michelle Bachelet frente a Soledad Alvear, dos fetiches femeninos de la oligarquía machista de este país que su único matiz diferenciador era tan amplio como la risa que fueran capaz de soltar a las cámaras.

- “Sra. Bachelet, si muere Pinochet (Fachista HDP) en su gobierno, decretará duelo nacional?, aplicará el protocolo que es usado cuando muere un ex presidente?, no hará nada?...mmm???,- inquirió la Periodista.

Recuerdo que la cuestionada se vio obligada a responder de manera bastante funcional y poco polémica, considerando las consecuencias que ello podría tener, “Cuando llegue el momento lo decidiremos como gobierno, evaluando la situación, las circunstancias, las, las, bla bla bla....”. Si bien no me atrevo a asegurar la raíz de sus convicciones políticas, podría pensarse que posiblemente ella tenía una opinión bastante alejada a aquella en su fuero interno, sin embargo al verse obligada a elevar su discurso a la esfera pública, debió ajustarse a la norma en pos de su futuro electoral.

Así, la exposición pública, derechamente la publicidad, cierra violentamente el espacio entre “Actitudes privadas” y “Moralidad pública”. Esto da cuenta que la publicidad ejerce presión en busca de una moralidad única más bien que dual, al impedir bruscamente la evasión. Cuando se hace en público, es muy complicado y difícil actuar libremente en contra de una regla moral. Más bien el discurso público exige la reafirmación de la norma social.

En nuestra sociedad, en mi pega, la función de la exposición pública es institucionalizada en los medios masivos de comunicación. La televisión, la radio, el periódico e Internet sobre todo, exponen al público desviaciones harto conocidas y como norma, esta exposición fuerza un cierto grado de acción pública contra lo que ha sido privadamente tolerable. Por ejemplo, los medios de información pueden introducir tensiones en la “Cuasi-cortés discriminación social”, y sus implicancias (acción indebida de habitantes de sectores poblacionales en la sociedad civilmente organizada, en circunstancias que la infracción de la norma jurídica es transversal a la clase social). Tanto es así que los medios de información llegan a organizar actividades de difusión en forma de “Cruzadas”, en un sentido formador o, reformador, según sea el caso.

Ante esto cabe preguntarse quiénes son los que idean e imponen las normas de conducta que nos han de regir. Cómo es que tal o cual conducta es desviada y cual no. Y si una conducta es desviada para un individuo, esa regla corre igual para todos?.

La protección del espacio privado parece ser un privilegio de algunos. La necesidad de no verse expuestos públicamente en su actuar privado, es un lujo que muy pocos pueden alcanzar, y quienes lo hacen, avanzan tranquilos con la pretendida seguridad de que su acción privada difícilmente será juzgada dentro de la esfera pública, lo que en a fin de cuentas les permite ser más libres. En definitiva el hombre es más libre en la medida que tenga posesiones que le permitan ejercer su libertad (control de la prensa, de altos poderes de gobierno, empresariales, religiosos, etc. Etc.), y es aquella libertad la que les permite el acceso al espacio público. La propiedad, nuestra morada, muchas veces ha definido el espacio público, y siguiendo con la secuencia, es este espacio público quien ha de legitimar el espacio privado, en caso contrario, éste –el espacio privado - se ha de convertir en un espacio de riesgo, el cual no debe actuar. Entonces quien regula el espacio público?.

La modificación de la ley de prensa en su artículo 161-A del código penal del actual proyecto de ley sobre Protección Civil al Honor y la Intimidad de las Personas, en su artículo 1º, señala lo siguiente:

Artículo 1°.- Los derechos inherentes a la personalidad relativos al respeto a la protección de la vida privada y pública, a la honra y al derecho a la propia imagen de la persona y su familia, a la inviolabilidad del hogar y de toda forma de comunicación privada, serán protegidos civilmente frente a todo género de intromisiones ilegítimas de acuerdo a lo dispuesto en la presente ley.

Resulta bastante decidor, y el ejercicio mental no debe ser muy amplío para darse cuenta, y a raíz de los últimos escándalos de los que han sido objeto importantes personalidades públicas, que la modificación a la Ley busca proteger a dichas figuras del poder público, y evitar de esta forma la exposición pública de las acciones que se realizan dentro de la esfera privada. Protección a las vacas sagradas.

Un ejemplo de lo anterior fue lo ocurrido al Periodista Marcelo Garay, quien fue detenido el sábado 11 de septiembre último, cuando salía de su casa para dirigirse a cubrir la marcha. Efectivos de la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (BIPE) de la PDI lo detuvo por una orden pendiente del Ministerio Público que lo acusa de tomar fotografías en un predio en Padre Las Casas, en mayo de 2009 cuando se encontraba reporteando en la Comunidad Autónoma Juan Quintremil. En esa ocasión, Fuerzas Especiales de la policía lo detuvieron en un terreno ocupado por la forestal Masisa y le requisaron su cámara: Garay alegó que “no había ningún aviso de impedimento ni cercas que dieran aviso de que fuera zona prohibida”.

Ante esto cabe cuestionarse. Si el espacio público, el cual tiene un acceso restringido como lo exponía anteriormente, es quien se encarga de normar las conductas dentro del espacio privado, y la modificación a la Ley es un claro ejemplo de aquello, quien norma las conductas y las acciones que se desarrollan dentro de las grandes esferas de poder.

Uno dentro de su libre albedrío puede pensar que esta Ley, conocida como la Ley Otero, (debido a que su impulsor fue el ex senador de Renovación, Miguel Otero) ha calibrado su objetivo atentando contra el ejercicio del Periodismo. Con ello se busca la omisión de la falta, si no se ve, no existe (ojos que no ven, corazón que no siente dicen por ahi). Sin embargo la intromisión en temas de carácter valórico, y que se desarrollan en la intimidad, son altamente juzgados y vigilados. Un ejemplo bastante ilustrativo al respecto es la gran cantidad de cámaras que han invadido las ciudades el último tiempo, desde los supermercados, hasta las plazas públicas y universidades, entre otras. Así las acciones privadas de la población, sin nombre y apellido reconocidos masivamente, están siendo altamente vigiladas y expuestos diariamente ya sea en televisión, youtube u otras plataformas, además de ser sancionadas jurídica y moralmente según sus conductas ante dichos objetos de observación.

En conclusión. El temor a la exposición pública de las acciones privadas, que íntimamente pueden tener cierta aceptación, pero que públicamente puede resultar altamente rechazadas, ha hecho que los individuos que manejan y dominan la esfera del dominio público difundiendo un discurso acorde con la norma social, soterradamente buscan actuar libremente, sin importar normas de regulación, ya que son ellos quienes regulan, a través de leyes, su espacio privado, donde el acceso es altamente restringido. De esta forma se evita sufrir tensiones al tomar partido de uno u otra acción.

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