viernes, 24 de septiembre de 2010

UN SENDERO PARALELO AL CAMINO DE LA IDENTIDAD CAPITALISTA




Humildemente sostengo que los procesos de globalización buscan ejercer dominio y control vertical sobre la esfera de su influencia, la cual va más allá de un plano ideológico o económico, sino también hasta comunicacional, como lo señala Sean Macbride, en sentido del flujo informacional y el consiguiente sentido de mundo que nos vamos creando, categorías de lo importante y lo noticioso, sumisión hacia el hemisferio norte, etc. Pero más allá de eso, lo que es importante resaltar en este sentido, es que el proceso de globalización se muestra - al menos hasta el momento - como un inevitable proceso avasallador, donde al parecer no queda otra salida que integrarse al proceso, porque se presenta como el único posible y hoy vemos que la pregunta sobre cómo nos insertamos en la globalización viene después de ya estar insertos en ella. Vale decir que prima un espíritu de seguir e intentar alcanzar este modelo cueste lo que cueste, muchas veces sin importar la forma o el modo de conseguirlo.

Frente a esta tendencia homogeneizadora surge un proceso en interacción compleja y opuesta a la lógica globalizadora: La explosión identitaria. Así como la globalización no constituye un fenómeno nuevo y responde a una etapa en el proceso expansivo del capitalismo, la problemática identitaria ha estado presente también haciendo frente al avance del capitalismo, del imperialismo y del colonialismo, como por ejemplo lo que podemos encontrar en América Latina, en cuanto al conquistador español que jamás, durante su periodo de conquista, consideró al aborigen como otro humano igual que él, sino que su mirada etnocéntrica catalogó a dichos hombres como seres inferiores incapaces de raciocinio. Esto fue catapultando la identidad de unos, versus la de otros, por lo que vale sentenciar...”yo soy europeo por cuanto tu eres Indio, y viceversa”, esto fue germinando las primeras grandes diferencias entre unos y otros, entre el norte y el sur, entre “Civilización y barbarie”.

Por lo tanto, tarde o temprano, el actual proceso de globalización iba a encontrar un adversario, y éste está en las luchas identitarias, en las cuales podemos encontrar algunos elementos que pueden constituir un proyecto alternativo de sociedad que nos permita ver más allá de lo que nos presenta el actual proceso, esto, debido a que el Estado está siendo atacado por todos lados: Por arriba, está el proceso de globalización unido a la ideología neoliberal que quita soberanía a los Estados en la toma de decisiones, reduciendo sus capacidades al mínimo, lo que pone en cuestión su autoridad y su legitimidad.

Ahora, las decisiones políticas y económicas importantes son tomadas fuera de los límites del Estado-Nación y a éste Estado no le queda otra cosa más que paliar los efectos negativos de éstas decisiones, las que han pasado a manos de empresas transnacionales debido principalmente al violento posicionamiento que usurpan en muchos casos el Estado de derecho en países pequeños, que muchas veces deben torcer su mano ante la poderosa influencia económica y política. Esto, si quiere mantener de manera más o menos “armoniosa” su dinámica de relación económica y social. Por otra parte se pueden observar medidas extremas que apuntan justamente en un sentido contrario a la lógica de mercado, “La expropiación”. (Para abordar aquello, contenga el ánimo que más abajo se desglosa).

Por ahora pretendo establecer de forma clara que el Estado-Nación constituyó el pilar fundamental de la Sociedad Industrial Moderna, era el organismo que unificaba a la sociedad civil en torno a una idea de nación moderna que aglutinaba a todas las demás fuentes de identidad que podían coexistir bajo esta identidad estatal nacional como la define Garretón (en su libro, La sociedad en que vivi(re)mos). EL Estado-Nación constituía el referente principal en torno al cual se construía la identidad. Hoy, frente a la crisis del Estado-Nación, se pierde el referente principal de construcción de la identidad colectiva, y tenemos enfrente lo que muchos autores denominan “Explosión de identidades”. Estas atacan por abajo a un Estado que ya no es capaz de cumplir sus promesas, que deja de lado a la sociedad civil porque se vuelca hacia la integración internacional de los países, en desmedro de poner atención a las demandas de sus ciudadanos, con lo que el concepto mismo de ciudadanía y de democracia representativa, junto con el Estado, se debilitan. Por lo tanto es imperativo que los Estados nacionales sean capaces de alzar un proyecto unificador, en torno a un proyecto que unifique un sentimiento de pertenencia e identidad, pero que no signifique obviar las problemáticas y demandas sociales de base. Esto fue destruido cuando nos abandonaron a nuestra suerte a las AFPs y al sistema privado de salud representado a través de las Isapres.

Pero de igual forma es importante observar en la actualidad, un nuevo tipo de relación que se genera a raíz de estos nuevos procesos, las cuales dicen relación con las transformaciones en las relaciones de experiencia, como lo señala Manuel Castells, y que tienen que ver con la crisis del patriarcado y la consecuente redefinición de familia, relaciones de género, de la sexualidad y de la personalidad. Como plantea Castells ”La relación más fundamental de las relaciones de experiencia en la era de la información es su transición a un modelo de la relación social construido, primordialmente, por la experiencia real de la relación”, con lo que se refiere a que cada persona, según su experiencia individual, va construyendo modelos de conductas individuales frente a la crisis del patriarcado que imponía modelos de conducta sociales, aspecto que claramente tiene que ver con un vuelco hacía el sí mismo.

Como vemos en todas estas transformaciones, que según Castells están configurando un nuevo tipo de sociedad, encontramos procesos de cambio inducidos por la globalización junto a las Tic`s y la ideología capitalista neo-liberal, y una respuesta desde las personas a partir de la búsqueda y construcción de su identidad.

La lucha por la identidad surge ante el vacío dejado por el Estado-Nación como referente para la construcción identitaria, ya también como respuesta a la lógica homogeneizadora e instrumental de la globalización, que pregona los mercados y las redes como fuentes de integración de los individuos. Como plantea Touraine, mundo simbólico y mundo instrumental se separan, porque las sociedades ya no gobiernan su dimensión económica, no hay control social sobre el proceso de globalización, frente a lo cual las personas y culturas se sienten desprotegidas ante un proceso que avanza sin control que está en todas partes, y que a la vez no está en ninguna - como una nueva célula terrorista - y que intenta ponernos a todos como integrantes de una Aldea Global sin memoria, que arrasa con todos los significados culturales y con todo lo que nos une, para tratarnos como individuos consumidores bajo las leyes del mercado. La inseguridad que generan estos procesos en las personas, el sentimiento de desprotección, ya sea individual o colectivo, permite el vuelco hacia la preocupación por la identidad individual o comunitaria, sin referencia a un Estado-Nación, y en la gran mayoría de los casos, vemos convivir en un mismo territorio una heterogeneidad identitaria definida como pura diferencia, lo que muchas veces enfrenta a sus integrantes como enemigos, donde cada uno busca su autonomía.

Ante esto, surge inevitablemente la necesidad de definir y encontrar una identidad propia e inalienable. Para ello existen tres formas de construcción identitaria como lo definió Miquel Rodrigo Alsina: La primera de ellas es la “Identidad Legitimadora”, que corresponde a la introducida por las instituciones dominantes de la  sociedad, con el fin de extender y racionalizar su dominio frente a los actores sociales. En este tipo de identidad colectiva, los actores sociales internalizan una identidad impuesta desde arriba, es decir, se genera una sociedad civil desde una identidad impuesta por las instituciones dominantes, como es el caso de América Latina, donde en la gran mayoría de los casos se construyó una sociedad civil bajo la idea de Nación asociada al Estado, como una forma de legitimar su dominio. Esto no significa que los actores asuman esta identidad de forma pasiva, sino que se trata de un proceso conflictivo, donde muchas veces hay resistencias desde actores y sectores de la sociedad civil, pero si esta sociedad civil es débil, ésta identidad es reproducida como fuentes principal de sentido, donde se homogeneiza la heterogeneidad presente en la sociedad, bajo las ideas de Nación, democracia, ciudadanía, Estado, etc. Pero actualmente esta forma de enfrentar un proceso de creación de identidad se ve trastocada ante el actual debilitamiento del aparato estatal como fuente unificadora de sentido que otorgue identidad.

El segundo tipo de construcción de la identidad, la podemos denominar: “Identidad para la resistencia”. Esta conduce a la formación de comunas o comunidades. Puede que este sea el tipo más importante de construcción de la identidad en nuestra sociedad” (el caso de Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador…la nueva izquierda). Se trata de identidades defensivas en oposición a la cultura dominante y la opresión ejercida por esta última sobre grupos y comunidades, como una forma de reforzar su propia identidad frente al dominio impuesto por una identidad hegemónica que no los reconoce y los excluye. En este sentido la identidad se construye en torno a la oposición, volcándose al rescate de la diferencia que los posiciona muchas veces como enemigos ante los otros tipos de identidad diferentes a lo que estos grupos están construyendo. La posición que adopta la isla de Cuba, dentro de la región latinoamericana, es muy ejemplificadora al respecto. Muchos consideran el ser cubano más allá de una nacionalidad otorgada por la burocracia estatal, sino que tiene que ver con sentirse cubanos orgullosos de lo que todo aquello implique. Ahora, la dificultad que puede significar enfrentar la construcción de la identidad, bajo este supuesto, apunta a que ante la falta de referentes comunes que, engloben la región, que las involucre como parte de un todo, las identidades pueden  comenzar a definirse por sus diferencias, pasando por alto aquellos elementos comunes que están detrás de la heterogeneidad.

El otro tipo de identidad es la “Identidad Proyecto”, la cual plantea que a partir de éste tipo de identidad donde es posible construir sujetos. La construcción de un sujeto está ligada a la existencia de un proyecto individual y colectivo, a una idea de sociedad, de proyecto común. Un sujeto es aquél individuo que tiene conciencia de sí. En este caso la construcción de la identidad es un proyecto de una vida diferente, quizás basado en una identidad oprimida, pero que se expande hacia la transformación de la sociedad como prolongación de éste proyecto de identidad. Bajo este planteamiento es que me interesa detenerme, por cuanto la necesidad de generar y crear un proyecto común, que englobe los intereses de la región latinoamericana se torna imprescindible para la generación de sujetos capaces tomar conciencias de su virtud e identidad.

De esta manera, a partir de la Identidades para la Resistencia, pueden surgir Identidades Proyecto, en el sentido que las transformaciones inducidos por la resistencia comunitaria pueden construir sujetos (y sociedades) transformadores, desde donde se lograrían procesos de cambio social, ya que según este planteamiento, son los individuos convertidos en sujetos quienes pueden transformar la sociedad a partir de la conformación de un proyecto alternativo de sociedad. Desarrollar este punto me parece fundamental porque es importante plantear la nueva lógica discursiva que está envolviendo a Latinoamérica en cuanto al manejo y utilización estratégica de las principales fuentes de energía con las que cuenta nuestro continente. Un detalle que merece mayor atención.

Ya no resulta una novedad o sorpresa, el nuevo giro que están teniendo los países latinoamericanos en torno a utilización estratégica de sus fuentes de energía, salvo la permanente excepción de nuestro país. Venezuela desde un tiempo a esta parte (desde la ascensión de Chávez a la presidencia, el 02 de febrero de 1999), ha sido el principal impulsor de esta nueva estrategia política, buscando con aquello, por una parte: A) Disminuir el paternalismo europeo y norteamericano hacia América Latina; además de B) generar una mayor autonomía a la región donde se pudiese maniobrar políticamente de manera más libre; C) que la gente paulatinamente fuese asumiendo la importancia y pertenencia de sus recursos naturales como fuente de desarrollo y progreso; D) integrar a América Latina toda, dentro de un plan energético y alimentario que la abasteciera y garantizará su existencia por lo menos, los siguientes doscientos años; E) el necesario control del Estado de los principales recursos naturales, para que sus beneficios llegasen a la mayor parte de la población, y no tan solo a unos pocos, como es el caso en la lógica capitalista, etc.

De esta forma se busca fortalecer al Estado, en conjunto con su integración latinoamericana, para generar los vínculos necesarios que lo conecten con sus ciudadanos, y se han dado importantes pasos al respecto. La elección de Evo Morales en Bolivia, llevando como bandera de lucha la recuperación de los recursos energéticos a manos del Estado, es un contundente espaldarazo de los ciudadanos al modelo de  Estado-Nación, cuando éste acoge y se involucra con sus bases; el convenio del gobierno ecuatoriano con la empresa petrolífera de Venezuela, para refinar su producción de crudo en ése país a un precio mucho más bajo del que pagaba a empresas transnacionales ubicadas en su mismo país; las alianzas estratégicas entre las empresas petrolíferas de Bolivia y Argentina; los más de cien millones de dólares que donó Venezuela al gobierno boliviano para planes de ayuda de electrificación urbana y rural; las subvenciones en el abastecimiento energético de Brasil hacia Uruguay; las alianzas estratégicas de Bolivia, Argentina, Brasil y Venezuela en el tratamiento y producción de su crudo, etc. Pasos que apuntan  a dicha dirección son muchos y elocuentes, también de ahí la importancia de países más periféricos geográficamente hablando, como Chile, a que se integren acertadamente dentro de éste proceso, y participen de esta nueva etapa que se está gestando. Por otra parte, todas estas estrategias van orientadas a posicionar a Latinoamérica dentro de un mismo discurso, que irrumpa y atenúe el dominio y control que ha imperado a lo largo de los siglos en el continente, de esta forma se va construyendo las comunas culturales de la forma que Castells lo plantea, donde dichas comunas culturales se construyen en las mentes de los pueblos y la memoria colectiva por el hecho de compartir la historia y los proyectos políticos. Herramienta primordial para ir generando una nueva fuente de sentido que involucre a todos los que participan de ella.  De esta forma se re-construye y re-nueva el concepto de Estado-Nación, llenándolo de sentido e Identidad, primordial a la  hora de pretender romper con los férreos paradigmas de la globalización Capitalista.

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